Por Gaby Soberanis, para el Planner de Salmoterapia en el mes de septiembre 2020
“Qué alegría para la nación cuyo Dios es el Señor, cuyo pueblo él eligió como herencia.” Salmos 33.12
Con el propósito de ser una ciudadana de bendición para mi país, primero debo estar dispuesta a aprender y luego a enseñar. Dite a ti misma: “Nací para bendecir mi nación”.
Como mujeres tenemos mucho que aportar a nuestra nación, esto es por cómo y para qué fuimos diseñadas por Dios, a través de nuestro cuerpo podemos dar vida y además tenemos el don innato de criar (educar). Pero este don no se queda solo en tu entorno familiar, precisamente esa es la razón por la que la familia es la base de la sociedad, la influencia que ejerces en la misma se expande más allá de tu hogar. Somos formadoras natas, aún cuando no tenemos hijos, siempre le estamos enseñando algo a alguien. Te has preguntado, ¿qué enseñas con tu vida a los que te rodean?, ¿es acorde a la Palabra y a la voluntad de Dios?
La forma en la que vives tú día a día, debe hablar de los principios y valores que necesitan ser adquiridos, practicados y enseñados con el ejemplo. He aprendido que la forma más eficiente de enseñar, es siendo vulnerable; cuando le cuentas a un niño, a una hermana o a una amiga, la de veces que te equivocaste, cómo aprendiste a remediarlo con la ayuda de Dios y no volver a lo mismo, les estás enseñando VIDA, tesoros que no se olvidan y en los que muy probablemente le estés evitando a la otra persona, pasar por una mala experiencia.
Aprende a visualizarte como el instrumento de incubación y el canal de transmisión, de lo que Dios desea para la tierra en la que fuiste llamada a habitar. Esto quiere decir que somos gestantes de los sueños de Dios para Sus naciones, elegidas para ser luz de inspiración. Dios nos ha dotado con una voz influyente que va más allá de un púlpito, escenario o medio de comunicación; tu plataforma de acción son los corazones de quienes te rodean, el bien más preciado por nuestro Padre, Sus hijos. Wow! Qué dicha y qué responsabilidad al mismo tiempo.
Una ciudadana que inspira a su nación, no pronuncia palabras de maldición hacia ningún otro conciudadano, de ella solo salen palabras de aliento, misericordia, amor y esperanza. Estamos llamadas a doblar rodillas y clamar por cada varón que es cabeza de hogar, por cada mujer que es esposa, por cada madre, por los huérfanos y viudas, por los estudiantes, por los niños que son el presente y la esperanza de nuestra nación, por los gobernantes de nuestro país, por los empresarios, por cada trabajador asalariado y voluntario, por los guías espirituales y por toda figura de autoridad. Oramos para que Dios derrame sabiduría divina en cada vida y por ende veamos la transformación de toda la nación.
Pero no solo tenemos responsabilidades y obligaciones por cumplir, también tenemos beneficios y derechos que debemos disfrutar. Tenemos un Juez que vela porque se nos haga justicia, y aún más, tenemos un Padre que guerrea a favor de nuestra integridad, dignidad e identidad como Hijas.
Formar parte de una sociedad, nos dota de derechos legales, los cuales puedes conocer y aprender en la Constitución de tu país. También están los derechos naturales que se basan en la ética y moral de la sociedad, y cómo no, los derechos divinos que recibimos del Padre y que están escritos en Su Palabra. Estudia todos estos y medita en ellos, porque son las armas que te empoderarán como esa ciudadana que inspira a los demás a partir de la sabiduría. Como ves, no son los recursos económicos o los estudios académicos los que te harán de un buen nombre (aunque estos suman), sino que es Dios quien ya depositó dentro de ti, la base más sólida que puedes llegar a construir; esta se reflejará día a día, en tu forma de pensar, hablar y expresarte.
Una ciudadana que se ama y respeta, no se deja llevar por ideologías humanas que dañarán su vida y la de su nación, no imita sin sentido las tendencias o modas, sino que pone como base de acción los mandamientos y las promesas de Dios.
Has nacido para este tiempo, fuiste creada para impactar e inspirar tu nación en estos días, con todo y sus problemas actuales, que quizá los veas como gigantes imposibles de derrotar; déjame contarte que fuiste diseñada con ese propósito, Dios no se equivocó al nombrarte embajadora, linaje escogido, nación santa. Levántate y haz aquello a lo que fuiste llamada a hacer, no hay obstáculo que Dios no pueda quitar, no hay sueño que no puedas cumplir tomada de la mano de Dios, no hay miedo que te pueda derribar; inspira a otros y que te llamen esforzada y valiente.
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